Disfrutaba mucho la vista desde mi ventana.
La gente y los autos se veían tan lejanos desde arriba. Ajenos.
El inmenso monstruo de la mancha urbana parecía tan plano a la distancia.
Tan inofensivo. Domesticado.
La Luna, cercana.
Hasta que llegó el progreso, sobrepasándome con edificios más altos.
Algunas noches todavía me asomo a ver la Luna, pero cada vez es más difícil distinguirla de las luces de las oficinas.
lunes, 8 de febrero de 2010
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