jueves, 4 de marzo de 2010

DUDA GASTR0N0M1CA

Si mi madre, quien siempre ha estado negada para la cocina (por decirlo de una manera educada y respetuosa), empieza a cocinar de la noche a la mañana con el sazón propio de una abuela, ¿es una señal? ¿Significa que debo darle nietos? ¿Es que por llevarme dentro suyo durante nueve meses nuestros relojes biológicos están sincronizados? ¿Se volverá una activista del sexo sin protección?
Me cansé buscando respuestas a estas y muchas otras interrogantes hasta encontrar una que resultara, si no completamente satisfactoria, por lo menos efectiva como placebo. Y afortunadamente la encontré.
Hace poco, mi madre heredó un juego de ollas que pertenecía a mi abuela. Heredó en vida, debo aclarar. Mi abuela tiene a sus ochenta y varios años muchísimas más ganas de vivir que un suicida arrepentido. Mujer santa de sazón incomparable, que no importa si cocina un festín navideño en pleno octubre o mete un pan Bimbo a la tostadora para que desayunes después de una cansada noche de pesadillas, siempre acierta en provocar que tu primera reacción sea un sonido de "m" sostenido. Sí, no siempre en mayúsculas. Y muchas veces a un volumen inaudible, pero siempre consigue hacerte sentir un poquito mejor.
Es muy probable que esta mágica capacidad que mi abuela parece irradiar se haya impregnado en estos simples artículos de cocina, que también cabe aclarar, le regaló a mi madre porque en una visita a casa nuestras ollas le parecieron feas. O por lo menos eso dijo. Tal vez le cayeron mal de vista. O le dieron mala espina. O probablemente, en un momento de soledad, platicó con ellas y le contaron las atrocidades que han albergado con el paso de los años. Mi abuela es muy platicadora.
Dijo "Toma estas ollas, m'ija. Y tira las tuyas porque están muy feas...". Mi madre, quien estoy seguro a la fecha no cree que sus ollas fueran feas, las aceptó en un acto más de empatía que de convencimiento.
La verdad es que mi abuela no cocina desde hace meses. No cocina desde que murió mi abuelo.
Y realmente quiero creer que su sazón quedó atrapado en esas ollas. Por lo menos una minúscula fracción de ella.
Prefiero creer en mi teoría de las ollas que en la del tributo de nietos a mi madre. Aunque mientras escribo esto, no puedo evitar divagar un poco y crear una nueva teoría en la que todos consiguen un final feliz al sumar los factores. Una en la que mi abuela hace que sus bisnietos se olviden de las pesadillas preparándoles el desayuno.

Dedicado amorosamente a las albóndigas con chipotle de mi abuela Gabina.

5 comentarios:

Uziel Palomino dijo...

Muy bonito d1eg0, querer que todo tenga un final feliz y una explicacion que no sea darle nietos a tu mamá parece ser la mas acertada de todas.. congrats dude!

zyrad dijo...

chale.. me antojaste la comida de tu abue yo ya no tengo abuela que me cocine pa' curar el susto de las noches malpasadas, pero con la comida que hace mi madre cuando tiene ganas de cocinar me basta.. tanto, que yo ya aparte las ollas =)

Don Rul dijo...

No te cuestiones tanto. Sólo disfruta de la buena comida, porque tal vez luego decidas casarte, tener hijos y dejar de comer bien.

Anónimo dijo...

Es que tu madre se atrevió (inserte el comercial donde a todo le ponen concentrado Maggi como lo hace el chef Oropeza).

Unknown dijo...

Me encantaria amadrinar (madrina de bautismo no?, no pienso madrear a ninguno de tus hijos) a un dieguito, pero igual que miedo, pensemos que fue un don que paso de tu abue a tu ma... y espero que bien aprendido porque ni en oaxaca ni en puebla le llegan al mole de tu abue¡¡